Viajar es tan antiguo como la vida misma, nos desplazamos por comida, en busca de nuevos aprendizajes, por una calidad de vida mejor, huyendo de males tales como las guerras o en busca de un destino que sea más que un simple lugar.

Viajando veremos que la tierra está abarrotada de hermosas historias de compañeros que encontraron en el camino su lugar en el mundo, un amor o una familia.

Viajando entenderemos que estamos rodeados de hermosas personas anónimas que pueden motivarte, enseñarte e influir en tu vida.

Viajando reflexionaremos sobre nuestra rutina, donde todo corre cada vez más rápido y no nos hacemos el espacio suficiente para detenernos a disfrutar simples cosas; comprenderemos entonces que es esta, una de las actividades que nos permite conectarnos con nosotros mismos, con nuestros compañeros de ruta, con una nueva forma de pensar y porque no con la naturaleza misma.

Viajar implica superar miedos, ¿Qué voy a comer? ¿Sera un sitio seguro? ¿No extrañare demasiado? Pero sobre todas las cosas esta aventura trae consigo felicidad y esta palabra es tan hermosa como abstracta y personal, por eso yo tengo mi propia teoría sobre por qué nos gusta tanto y es la siguiente:

Cuando repasemos nuestra vida veremos en líneas generales que la gran mayoría de nuestros viajes  fueron por decisión propia, sin imposición alguna, con un determinado origen, con un determinado fin, en total libertad y sacando lo mejor de nosotros.

Y lograr todo eso junto, es hermoso.